Consideraciones de The Lighthouse: Una traducción de lo griego en la prohibición del conocimiento3/31/2020 «Por que es infinita la estirpe de los necios» Simónides de Ceos Esta obra para la gran pantalla nos sitúa en una isla inglesa remota y dotada de misterio en el año 1890, a la que llega un joven farero, Ephraim Wislow, para que junto con un veterano Thomas Wake hagan el mantenimiento necesario a un faro y que este funcione en ideales condiciones, o por lo menos las posibles a ofrecer. Es así que son obligados a convivir en un supuesto determinado tiempo que se verá alargado por cuestiones ajenas al hombre, es ahí cuando la relación sufre y se ven los personajes sumidos en su soledad a la vez de unos sentimientos variables e inestables de agrado y abyección hacia el otro. Al verla no solo quedará conmovido con la dirección de arte en general, sino con las imágenes que le son presentadas al espectador como pistas y que, a lo largo del desarrollo de la trama, se convertirán más bien en puntos de confusión. El espectador no dará cuenta de lo que esconde el veterano farero y sentirá la necesidad de develar lo oculto, pero dicho placer no le será entregado del todo. El desenlace le hace caer en cuenta al espectador de su imposibilidad. Los elementos interpretativos que se les ha dado no son para dar cuenta del secreto escondido sino de la dificultad del hombre para llegar a él. Todo esto hace parte de un basto conjunto, no solo de relatos marineros y de misterio a lo largo de la historia de occidente, sino de la literatura clásica griega como un referente muy vigente aún en nuestros tiempos. Las referencias de la obra son vastas pero nos enfocaremos solo en unas cuantas. Es un clásico griego en pantalla Es de buen saber la dificultad de las obras simbólicas. Es más, los contratiempos de cualquier evento saltan a la vista al ser abundantes las interpretaciones que se dan sobre él. Con esto, no estoy justificando cualquier estructura argumentativa e ideológica y convirtiéndola a lo que en el argot de hoy conocemos como una mera opinión, sino que hago evidentes las innumerables herramientas que tenemos a nuestra disposición. De ahí que un hecho artístico no escape de dichas consideraciones y que, hablando de la complejidad de sus formas, susciten debates o desconcierto de un supuesto mensaje que debe transmitir la obra. Aun así, hemos de aproximarnos con la película El faro a la evidente referencia que hace de Prometeo, aunque ambientada en una isla británica; el diálogo con la tragedia es explícito y confirmado con el desenlace del filme. Ya se había visto esto de la traída de la literatura griega a contextos diferentes e incluso contemporáneos: Yorgos Lanthimos con The killing a Sacred Deer es uno de estos, pero de esta obra hablaré en otro momento. La pregunta subyacente es ¿Por qué en nuestra contemporaneidad seguimos trayendo a colación estos antiquísimos relatos? Por lo pronto a mi solo se me ocurre una respuesta que tenga que ver con nuestra visión de los textos clásicos. Esos textos que nos hemos resignado a dejar de leer y que prevalecen en el tiempo gracias al lector son la razón y, por supuesto, yo veo el filme El faro como una nueva lectura de unos clásicos. Dice Borges que un «Clásico no es un libro que necesariamente posea tales o cuales méritos; es un libro que las generaciones de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad» (170) y, claro, se puede debatir sobre las múltiples razones por las que muchos libros han quedados en el olvido y tampoco podemos aludir a su mérito, quizás podamos pensar en acciones más humanas como los incendios provocados en bibliotecas o la destrucción de libros cuando se conquista o coloniza un territorio. En todo caso es que el clásico es un sobreviviente y el lector quién lo mantiene con vida. El humano actual, tal como los humanos que ya han habitado la tierra, tiene sus propios lenguajes y uno de los más recurrentes es el que habita en nuestras pantallas. La re-lectura de Esquilo y Hesiodo pasa por una especie de traducción al lenguaje cinematográfico en la que, si la cuestión radicará en que existe una dificultad no solo de mezclar elementos culturales diferentes – como el de los marineros ingleses y la mitología griega- desde su temporalidad – siglo XIX d. C. y diglo V a. C.- y su origen, se logra una adaptación realmente exitosa. La sorprendente prohibición a un joven farero El tedio por el que pasan los protagonistas nos sumerge en una perdida de temporalidad. El espectador no atinará a saber si han pasado días o semanas, se ahondarán en el tedio y en el desconcierto en el que el viejo farero y su ayudante están sumidos y finalmente serán participes de un viaje onírico vuelto en pesadilla. Al final de la película queda la sensación de no haberlo entendido todo, la pregunta de cómo siendo una película lenta luego nos sume en un torbellino de acontecimientos que adolecen de claridad, «¿Qué fue lo que acabé de ver?». Los simbolismos están presentes como una sugerencia, no aparecen explícitamente representados en tanto que en su ambigüedad radica su riqueza. Algunas veces son sombras en el rostro de Ephraim W. o bien pueden ser una imagen estática que irrumpe en la secuencia fílmica. No sabemos si ocurre, si hace parte de alucinaciones o sucede algo más allá del sueño. Lo que hace que se desplieguen múltiples lecturas de la obra. Sin embargo, algo en lo que todos podemos estar de acuerdo es que la cita recoge, y con ello nos brinda ciertas herramientas, la evidente alusión de los mitos de Ícaro y Prometeo en los que se nos revela como una La Verdad, la que puede ser robada. Respecto del primero de los mitos, relata Ovidio que Dédalo en su exilio le ha construido unas alas de cera a su hijo. De su exilio puede descansar en el cielo y vuela con Ícaro, «cuando [este] el niño empezó a gozar de audaz voladura y abandonó la guía y por el deseo de cielo arrastrado más alto hizo su camino». Sus alas se quemaron pues más allá no le estaba circunscrito al hombre. Con Prometeo Encadenado de Esquilo ocurre que Hefesto le ha atado en una roca pues este le ha robado el fuego y lo ha entregado a los hombres. Zeus, carente de bondad alguna y fungiendo como tirano decide que cada día enviará a su perro alado: el águila sangrienta para que se sacie de su hígado, esto por la firmeza de Prometeo en insistir su amor a los hombres. En el diálogo con las Océanides, se enuncian los favores revelados al humanos, quienes:
El fuego es una herramienta principal, es el origen de todas las artes y un gran recurso que le permitió a los hombres una subsistencia más longeva y una vida superior. El conocimiento del fuego y de sus diversas utilidades fue la dádiva prohibida y lo que el titán dio como regalo no fue el simple flameante. A Ícaro y a los humanos que ama Prometeo les es vedado algo que a los dioses no, y en la tragedia es evidente que la ira desatada de Zeus lo fue porque con el conocimiento ya no podía hacerle al humano según sus designios y antes todavía los doto de longevidad. Este relato sobre la verdad prohibida la vemos también en el relato bíblico del Génesis, en el que se usa un símbolo para representar el conocimiento que le es vedado al hombre. El fruto prohibido que comió Eva, que el saber popular dibujó como una manzana, es algo a lo que el humano no puede y no debe acceder. El fruto es el fuego de Hefesto y la serpiente bíblica, Prometeo. Y cita nada más ni nada menos que la serpiente le ofrece a Eva el fruto bajo la promesa de que no la mataría «sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.» y Eva codició el árbol para alcanzar la sabiduría. El castigo porque ya no esta oculto lo que ha de estarlo fue para la serpiente como para la pareja de humanos. Y para nuestro farero ayudante Ephain W. también lo hubo en similares proporciones a las de Prometeo, solo que sin águilas y si con gaviotas, el ave del mar. Inevitable puede ser prohibirle al humano lo que en su extensa curiosidad le llama a gritos; ridículo prohibirle a un joven y solitario farero no ver el faro, que es exactamente lo que se supone cuidar. Proteo en el celoso Thomas Wake Cuando Telémaco visita a Menelao con el fin de conocer el paradero de su padre en su regreso de la guerra de Troya, este le comenta un episodio que tuvo en su viaje de retorno, en el de primera mano le fue suministrada información de un viejo sabio para poder regresar a su tierra. Menelao en voz de Homero lo relata así:
Menelao se ha encontrado con Idotea en Faro, la hija de Proteo, quién les advierte que su padre sabe como ellos podrían regresar a casa, pero que este siempre se rehúsa a decir lo que él sabe, que se reserva el conocimiento para sí mismo y que cambiará de forma si es necesario para escabullírseles. Es así que los disfraza con piel de foca para que cuando Proteo venga a contarlas y yacer entre ellas, puedan emboscarlo y obtener el conocimiento que han esperado por días. Otra representación de Proteo como servidor de Poseidón y conocedor del mar está en el libro cuarto de las Geórgicas de Virgilio y bien se haría en aproximarse para asegurar que Proteo es celoso con su conocimiento y para que lo brinde necesita de tretas. En este texto además se le representa como el que descansa con las focas a quienes tiene de guardianas y descansa con sus esposas ninfas. Thomas Wake es la representación de ese dios y guarda para sí lo poco o mucho que el faro puede ofrecerle a Ephaim, le prohíbe subir y no habla más del faro que a través de insinuaciones que alimentan poco a poco su curiosidad, aunada con la injusticia que el joven farero siente por ser relegado a las tareas más tediosas y agotadoras. El nombre de la película en inglés es The Lighthouse, y menciono esto porque la referencia de la luz en el título es más evidente que en el español. La luz, el fuego y un fruto como símbolos de sabiduría. El faro no es nada más ni nada menos que una obra que alude a la relación entre conocimiento y hombre, las trágicas formas en las que este se aproxima a él y la evidente dificultad a la que se ve enfrentada la humanidad a querer saberlo todo y a pesar de que su curiosidad en pleno siglo XXI lo hubiese llevado a los caminos insospechados que también recorrieron Eva y Prometeo. Gracias a Robert Eggers.
6 Comments
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4/2/2020 04:33:11 pm
La película me gustó, pero menos que La bruja.
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Daniela C. Venegas
4/4/2020 01:02:57 pm
Pues, no sé, quizás. No creo ni poder compararlas aún y solo quedó expectante de las que van a venir...
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Javier E Caballero E.
4/3/2020 09:19:43 am
Hiciste un profundo recorrido por la historia griega y sus dioses para describir el tema principal de la trama de la película. Tu descripción está muy bien hecha. Continúa así.
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Daniela C. Venegas
4/4/2020 01:03:51 pm
Ay, gracias, me siento alargada con este comentario de tu parte :3
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Marcela Montilla
4/4/2020 11:59:04 am
El tema está muy bien desarrollado y permite que el lector comprenda la trama de una película, que para uno, no tené sentido.
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Daniela C. Venegas
4/4/2020 01:04:44 pm
Gracias a ti veo todo con otros ojos...
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