El dicho: “más sabe el diablo por viejo que por diablo” tiene que ser pensado pues no siempre puede ser aplicado. Ya con ver a un viejo caminando por la calle, sin dirigirle una sola palabra y sin que este diga alguna, se le presume sabio, como si la sabiduría se le notara por la cantidad de canas en la cabellera. La vejez se relaciona con el saber porque tanto la una como la otra son procesos que pueden vivir el hombre. Sin embargo, la vejez no viene con la sabiduría gratuitamente. Estar pasado en años no significa per se que se hubiese ahondado en un proceso de búsqueda de conocimiento. Incluso, hay longevas vidas que pasaron por el mundo sin hacerse una pregunta significante sobre este.
Es como ver repetida la imagen del Canto de Roldán donde a Alejandro Magno se le recrea como un anciano con una barba florida porque, tal vez, se les hacia irreal que un hombre de tan solo treinta años aproximadamente pudiese realizar la empresa que este hombre había emprendido. El saber es un proceso en gran parte personal que algunas personas deciden emprender y otras tantas no. Por ello resulta peligroso presumir que los ancianos se han inmerso en el, como si todas las personas estuviesen interesadas en pensarse y pensar el mundo que les rodea ¿Será muy difícil desligar ese inamovible pensamiento de que toda vejez es sabia?
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