Siempre me ha interesado el cuerpo. Personalmente y como mujer, la relación con mi cuerpo siempre ha sido problemática, aunque veo que siempre lo ha sido para todos. No es algo contemporáneo que nuestro cuerpo este reglado y administrado y no solo en las relaciones sexuales, donde la heteronormatividad lleva la batuta, al parecer. La regulación de cuerpo está invadiendo todos nuestros aspectos de vida, desde como comemos, como nos paramos, cuál es nuestra vestimenta, como le hablamos al otro y cada una de las pequeñas manías de las que estamos compuestos diariamente. Quizás lo que nos diferencia esta época de unas más rígidas, es que ahora tenemos la posibilidad de pensar el cuerpo, de jugar con este (en el buen sentido de la palabra), de conocerlo nosotros mismos, con ayuda de algún instrumento o con alguna agradable, desagradable, sincera o insincera compañía. Pero como he dicho, el juego va más allá de lo sexual y del “coito”. Va de nuestro vestuario, de nuestras maneras, gestos y miradas. Nos afecta el rigor positivista de encasillar cada actitud y comportamiento a un género: las mujeres se sientan así, los hombres saludan así… y ahora, un poco más diversos, encasillamos en: como las mujeres, hombres, lesbianas, homosexuales, se deben comportar. Cada vez el espectro se amplía más y dentro de poco le haremos un espacio al travestismo y la trasexualidad. Sin embargo, siempre tratará de administrarse el cuerpo así sea dentro de la diversidad. No se trata de que yo sea una desagradecida con la inclusión, se trata de que, en cada ser humano que habita este planeta existe algo más complejo y mezclado. fOTO DE: Daniela C. Venegas @danielac.venegas
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